martes, 11 de febrero de 2014

Al Margen (Columna)

Manuel Padilla Muñoz

Todos los mexicanos, en lo más profundo de nuestro ser, somos autodefensas. Estamos en contra de lo injusto, de la violencia, de la delincuencia, de los abusos del poder, de la opacidad en el manejo de los recursos públicos, de la discriminación y somos firmes partidarios de la paz, de la convivencia tranquila entre todos los ciudadanos, de los derechos fundamentales del hombre, de la mujer, de los niños, de los ancianos y, especialmente, el derecho a tener una vida digna y feliz.
Todos, o casi todos los mexicanos, nos unen estas metas; somos los más; los delincuentes son los menos. Nos encolerizamos cuando los delincuentes nos imponen sus condiciones de vida social. Nos dicen que debemos hacer, a donde podemos ir y hasta se han abrogado el derecho de cobrar impuestos mediante el secuestro y cuotas a los comerciantes, eliminando de facto al gobierno legalmente constituido pero integrado por cobardes e incapaces.
Desde esta óptica, la pregunta toral es: ¿Entonces, por qué nos “gobierna” el crimen organizado si son los menos y en democracia que se digne de tal, debe mandar la mayoría¿
En primer lugar, porque los más, somos cobardes y comodinos. Tenemos miedo a luchar contra los malos y dejamos la solución a nuestros gobernantes que si bien es cierto los elegimos para solucionar ese y otros problemas, no los quitamos porque nos cuesta trabajo luchar contra su incompetencia, que, a final de cuentas, es corrupción. Somos un pueblo globero y castrado.
Los malos crecen porque los buenos no hacemos nada.
A decir verdad, las autodefensas nacieron a mediados de noviembre del 2010, cuando la valentía de un hombre de 77 años de edad que defendió solo y hasta la muerte su rancho para no entregárselo a los narcotraficantes que buscaban quitárselo, conmocionó al país.

Si se hubiera llamado Aquiles Serdán y hubiera muerto en Puebla acribillado a balazos cuando defendía a bala su casa y su causa, su credo y su vida a mediados de noviembre de 1910, hubiera sido uno de los héroes de la Revolución Mexicana despreciados por el presidente Calderón. 
Pero se llamó Alejo Garza Tamez, y murió a 30 kilómetros de Ciudad Victoria, Tamaulipas, acribillado a balazos cuando defendía a bala su casa y su causa, su credo y su vida. 
Por ello, don Alejo es solamente una estadística más en el macabro conteo de nuestra inseguridad, especialmente en Tamaulipas.
Don Alejo Garza fue un ciudadano y hombre de grandes principios y valores; un hombre de muchos güevos, un héroe nacional; ¿Qué pasaría si en México todos fuéramos como Alejo Garza? Se haría una revolución y no habría delincuentes.
Los hechos iniciaron el 13 de noviembre, cuando hombres armados le exigieron a don Alejo entregar su predio o que se atuviera a las consecuencias, dándole 24 horas para salir de la propiedad.

Don Alejo les respondió que nunca entregaría su propiedad, y que ahí los estaría esperando. Acto seguido reunió a sus trabajadores y les ordenó que no fueran a trabajar al día siguiente.
Durante el resto de ese sábado, don Alejo se dedicó a reunir armas de casa tipo rifles de blot action y semi-automáticos, municiones, así como preparar una estrategia de defensa.
Cuando elementos de la Armada de México llegaron el domingo al rancho vieron un escenario desolador: la austera casona estaba semidestrozada por impactos de bala y de granadas.
En el exterior de la finca había cuatro cuerpos. Los marinos encontraron dos sujetos más heridos e inconscientes. En el interior de la casa estaba solo el cuerpo de don Alejo, con dos armas a su lado y prácticamente cosido a tiros. En la última cacería de su vida, don Alejo sorprendió al grupo de sicarios que quiso imponer en su rancho la ley de la selva, la misma que ni el poder del Estado ha podido controlar.
¿Cuántos Don Alejo Garza necesitamos en México¿ Muchos. Es en Michoacán, casi dos años después, que surgen más Alejo Garza, civiles que, cansados de ser sometidos por la violencia de los criminales, amenazadas sus vidas, las de sus familias y sus propiedades, deciden tomar las armas, como Don Alejo Garza, y acabar con el yugo de los mal llamados Caballeros Templarios, que ni son caballeros, mucho menos templarios.
Hoy en día, según una encuesta dada a conocer esta semana, el 51 por ciento de los mexicanos confían más en las autodefensas que en las fuerzas armadas. Lo que se sabe pero pocos dicen.

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